Para
empezar, para que un desayuno
sea saludable, debe ser consumido con calma. No podemos ir a las corridas,
es preferible dormir 15 minutos menos y desayunar bien. No desayunar
significa que comenzamos nuestro día con muy bajos niveles de azúcar, lo que
posteriormente nos hará querer consumir una dosis de azúcar que probablemente
nos haga más mal que bien.
Los carbohidratos y
el azúcar deben estar presentes en nuestro desayuno, pero no en exceso: podemos
evitar la gran cantidad de waffles,
pasteles, cereales con azúcar, panes magdalenas. También es necesario reducir
la cantidad de alimentos grasos como los huevos fritos, la panceta o las
salchichas.
¿Qué comer,
entonces? Carbohidratos en su justa medida, con un toque de fibra, lácteos y un
poco de glucosa: avena, linaza, frutos secos, frutas. Para endulzar, el mejor
aliado es la miel. Si nos gusta el sabor salado en los desayunos, en vez de los
huevos revueltos, podemos utilizar tofu.
El pan con semillas o integral tostado es delicioso, y no debemos olvidarnos de
la leche o el yogur.
Una de las
mejores frutas
para comer por la mañana es la toronja o pomelo, fantástica por su
sabor ácido y sus propiedades quema grasa. También podemos hacer una variada
ensalada de frutas, y si nos gusta la idea, podemos añadirle un poco de
requesón.
No podemos
olvidarnos de los clásicos té y café. Debemos saber que contienen
cafeína, por lo que deben ser consumidos con moderación, tomando no más de
dos tazas al día. Si queremos, podemos consumir las versiones descafeinadas u
otros preparados a base de cereales con similar sabor al café, como la malta o
la achicoria.
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